El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, firmó hace dos semanas una ley que aprobaba a la vez fondos para la entrega de bombas a Israel y para ayudar a los civiles palestinos víctimas de esas mismas bombas. Tras el inicial apoyo cerrado a Israel, EE UU ha ido buscando luego un equilibrio imposible. Biden se ha distanciado cada vez más del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, pero las llamadas telefónicas y los mensajes de diferentes emisarios no parecen suficientes para impedir una ofensiva terrestre a gran escala en Rafah, así que el presidente ha recurrido a la receta de Ronald Reagan: las armas. Más precisamente, el suministro de armas.
Cuando era presidente, el republicano Reagan paralizó en 1981 la entrega de 75 cazas F-16 a Israel tras un ataque sorpresa ordenado por el primer ministro Menájem Beguin a una central nuclear en las afueras de Bagdad en una etapa en la que también surgieron tensiones frecuentes entre EE UU e Israel por Líbano. Ahora, Washington ha decidido paralizar el envío de 3.500 bombas a Israel: 1.800 de unos 900 kilos y otras 1.700 de 225.
“Estamos revisando algunos envíos de ayuda a la seguridad a corto plazo en el contexto del desarrollo de los acontecimientos en Rafah”, señaló este martes el secretario de Defensa, Lloyd Austin, en una comparecencia en el Senado. Rafah es la zona más meridional de Gaza, donde viven 1,5 millones de palestinos, la gran mayoría de ellos desplazados desde otras zonas del enclave. Biden ha insistido una y otra vez a Netanyahu que EE UU está en contra de una ofensiva militar a gran escala en la región.
Washington es el gran aliado histórico de Israel y su principal suministrador de armas. La decisión de Reagan de 1981 llevó al país de Oriente Próximo a diversificar más sus fuentes de suministro y a potenciar su propia industria militar, pero EE UU sigue siendo su principal proveedor.
Un paso muy medido
La paralización de la entrega de armamento es un paso cualitativo que Biden ha querido dar con mucho cuidado. De hecho, no por casualidad, la confirmación por parte de altos cargos de que se había decidido no entregar esas bombas se produjo a última hora del martes, el mismo día en que el presidente daba un mensaje de compromiso “férreo” con Israel.“Mi compromiso con la seguridad del pueblo judío, la seguridad de Israel y su derecho a existir como Estado judío independiente es férreo, incluso cuando no estamos de acuerdo”, dijo en el Capitolio en un acto en recuerdo de las víctimas del Holocausto.
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El presidente no se ha referido en público a la paralización de la entrega de armas y la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, también declinó pronunciarse sobre ella este miércoles al atender a los periodistas a bordo del Air Force One, el avión presidencial. El martes, en la Casa Blanca, cuando le preguntaron cómo podría ser compatible ese férreo compromiso con la seguridad y la paralización de los envíos, contestó: “Las dos cosas podrían ser ciertas en el sentido de tener esas conversaciones duras y directas con nuestros homólogos en Israel. El presidente conversando con su homólogo —obviamente, el primer ministro— y asegurándose de que las vidas de los ciudadanos están protegidas, y obteniendo ese compromiso. Así que las dos cosas podrían ser ciertas”.
Hay otro factor que puede enturbiar las relaciones entre los tradicionales aliados a corto plazo y añadir presión a Biden para no seguir entregando armamento ofensivo a Israel. Como consecuencia de una orden del presidente de febrero, el Departamento de Estado tiene que pronunciarse a través de un veredicto formal sobre si los ataques aéreos contra Gaza y las restricciones a la entrega de ayuda han violado las leyes internacionales y estadounidenses diseñadas para preservar a los civiles de los peores horrores de la guerra. El plazo vencía este miércoles y cuando se ha preguntado a la Casa Blanca por el retraso, su portavoz se ha limitado a decir que en el Departamento de Estado “están trabajando muy duro”.
Biden impuso ese examen al uso de la ayuda militar para acallar las protestas entre senadores demócratas y lograr apoyo a su paquete de ayuda a Ucrania, Israel y Taiwán. Ahora, sin embargo, el plazo para la publicación llega en un momento delicado.
Israel lanzó su ofensiva después de que los ataques dirigidos por Hamás mataran a unas 1.200 personas el 7 de octubre. Cerca de 35.000 palestinos, dos tercios de ellos mujeres y niños, han muerto desde entonces, según funcionarios sanitarios locales. Israel ha usado las bombas más potentes, como las ahora retenidas por EE UU, con mucha frecuencia. Además, las restricciones israelíes al envío de ayuda humanitaria han agravado la situación de la población civil. Israel, sin embargo, afirma que cumple las leyes estadounidenses e internacionales, que investiga las denuncias de abusos por parte de sus fuerzas de seguridad y que su campaña en Gaza es proporcional a la amenaza existencial que, según afirma, representa Hamás.
Un informe que censure a Israel por su uso de las armas añadiría pondría en más dificultades a un Biden acuciado por la presión interna. Algunos senadores y representantes demócratas se oponen a seguir enviando armas a Israel. Entre ellos, el senador independiente Bernie Sanders aplaudió la paralización de los envíos como un “primer paso”. “A lo largo de los años, EE UU ha proporcionado decenas de miles de millones de dólares en ayuda militar a Israel. No podemos seguir siendo cómplices de la horrible guerra de Netanyahu contra el pueblo palestino”, añadió en un comunicado.
La presión en el Capitolio no es nada comparada con la de la calle. Manifestantes propalestinos persiguen a Biden allí a donde va a hacer campaña y los campus han estado viviendo un estallido de protestas. Este mismo miércoles, la policía desalojó el campamento de la Universidad George Washington, a solo unas manzanas de la Casa Blanca, deteniendo a una treintena de estudiantes. Si el voto joven y árabe da la espalda a Biden, eso abrirá de par en par las puertas de la Casa Blanca al regreso de Donald Trump. La paradoja es que el apoyo a Israel de Trump y los republicanos es más cerrado aún que el de Biden.
A esos factores se refirió el embajador de Israel ante Naciones Unidas, Gilad Erdan, en una entrevista con el Canal 12. Se trata de “una decisión muy decepcionante, incluso frustrante” para Israel, dijo. Sugirió que la medida se debía a la presión política ejercida sobre Biden por el Congreso, las protestas en los campus estadounidenses y las próximas elecciones.
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