Nuestro sitio web utiliza cookies para mejorar y personalizar su experiencia y para mostrar anuncios (si los hay). Nuestro sitio web también puede incluir cookies de terceros como Google Adsense, Google Analytics, Youtube. Al utilizar el sitio web, usted acepta el uso de cookies. Hemos actualizado nuestra Política de Privacidad. Haga clic en el botón para consultar nuestra Política de privacidad.

Sobre la habitación propia, encajar y ser capaz | Del tirador a la ciudad | Cultura

El encaje de las calles de Londres dibujado por Lizzy Stewart en una imagen cedida por la editorial Errata Naturae.
El encaje de las calles de Londres dibujado por Lizzy Stewart en una imagen cedida por la editorial Errata Naturae.

No sabemos lo que es el espacio para quien carece de él. “De pronto ese espacio era mío. Me ha proporcionado una paz duradera”, escribe Lizzy Stewart en la novela gráfica Alison (Errata Naturae). Para esta autora, elegida una de las mejores del año por The Guardian, hay varias maneras de encajar, en lugares o con personas. También varias habitaciones propias. Algunas son desconocidas, y por eso inexistentes. Otras resultan impensables, porque para poder aspirar a una vida plena ―esto es, a una vida en la que uno se plantea qué le parece bien y qué mal y es capaz de argumentarlo con pensamientos propios― se tiene que haber recibido una buena educación o acumular la suficiente experiencia. Esa libertad, de pensar por uno mismo ―en lugar de heredar credos o asimilarse a razones ajenas―, conduce a lo contrario del fanatismo. Si uno piensa sin fisuras sabe, o haría bien en saber, que no está pensando bien. Por eso, las habitaciones propias, el lugar donde pensar por uno mismo, resultan muchas veces incómodas, frías, solitarias, económicamente inalcanzables. Y están con frecuencia ocultas, más que cerradas con cerrojo, perdidas en el laberíntico edificio que podemos ser nosotros mismos. De eso va esta novela gráfica.

A lo largo de cuatro décadas su protagonista, Alison, va encontrando sus rincones en la propia novela. Y nosotros vamos de su mano por las calles de Londres, por los cambios de mentalidad, por las sucesivas épocas y por el terreno maravillosamente ambiguo ―ni bueno ni malo, con bueno y con malo― que es casi toda relación. El viaje es, así, de la casa de sus padres a la casa propia que la esclaviza. Y luego de esa propia vida imaginada a la prestada y gozada. Del aprendizaje y la admiración pasa al descubrimiento de la propia capacidad y del amor al amor propio y a la amistad. Todo eso por apartamentos compartidos, habitaciones propias, casitas en el sur y calles de Londres en las últimas décadas del siglo XX.

También hay aquí cambios de idea y diversidad de miradas desde las que acercase a la pintura. Y a la expresión y al propio cambio que todo lo mueve. “Cuando más en paz me sentía era paseando por Londres con una lista de recados en el bolsillo. Me hacía feliz descubrir cómo encajaba la ciudad, cómo un barrio se convertía en otro, cómo el río gris y serpenteante atravesaba el centro, y qué colinas ofrecían las mejores vistas del conjunto”.

Alison regresa a la casa de sus padres.
Alison regresa a la casa de sus padres.Errata Naturae

Importante lo que dice ahora. ¿Cuántos de ustedes lo han sentido? “Londres estaba plagado de barreras; lo sigue estando”. No habla solo de barreras físicas. “Algo, su forma de hablar quizá, nos ponía susceptibles, a la defensiva. Nos volvíamos peleonas, irritadas ante su relajado desprecio ―habla de la ciudad como si fuera una persona― hacia los temas que nos importaban. Opinaban que debíamos relajarnos. Éramos demasiado complicadas. No encajábamos”. La identidad la construye lo físico y lo psíquico, la confianza y los temores, las calles y las casas. Por eso Stewart insiste en detalles que hablan de Londres y de nuestras ciudades: “Sabía qué calles eran seguras y cuáles me tensaban hasta el punto de entumecerme los hombros” ¿Cuántas de ustedes han caminado por la calle como si tuvieran un radar en la cabeza?

Stewart también describe una especie de amabilidad oculta. Algo que también puede ser una gran ciudad: “Conocía los museos donde se estaba calentito cuando no podía permitirme encender la calefacción, y los grandes almacenes con los mejores baños”.

Portada del tebeo 'Alison' de Lizzy Stewart.
Portada del tebeo ‘Alison’ de Lizzy Stewart.Errata Naturae

Con todo, puede que lo más revelador, y también lo más bonito que dice Stewart, por boca de su personaje Alison, sea, tal vez, lo que una ciudad puede hacer por ti. Esto: “Con cada paseo se ampliaban mi mapa de Londres y mi amor por la ciudad. Londres me hacía sentir capaz, y eso era algo nuevo para mí”.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.

Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal

RECÍBELO

By Laura R Manahan

Relacionados