Nuestro sitio web utiliza cookies para mejorar y personalizar su experiencia y para mostrar anuncios (si los hay). Nuestro sitio web también puede incluir cookies de terceros como Google Adsense, Google Analytics, Youtube. Al utilizar el sitio web, usted acepta el uso de cookies. Hemos actualizado nuestra Política de Privacidad. Haga clic en el botón para consultar nuestra Política de privacidad.

¿Podrá un dispositivo artificial igualar a la inteligencia del cerebro humano? | Materia gris | Ciencia

El desarrollo y las nuevas posibilidades que nos ofrece cada día la inteligencia artificial no dejan de sorprendernos. Entre lo más relevante hoy para Materia gris podemos destacar la creación de algoritmos capaces de rastrear neuroimágenes y datos genéticos y fisiológicos de numerosos individuos de los que extraer marcadores biológicos capaces de predecir con acierto el curso de enfermedades neurológicas y mentales como la del alzhéimer. Sin duda, es algo que puede ayudar a concebir o perfeccionar tratamientos para combatir la neurodegeneración o su progreso.

Un tipo diferente de ese desarrollo es el ya muy popular ChatGPT (Chat Generative Pre-trained Transformer), un amplio consultorio informático al que podemos acceder hoy gratuitamente para pedirle cosas antaño impensables, como que nos redacte un informe sobre un caso jurídico, que nos escriba un artículo periodístico sobre un determinado tema o que nos resuelva un complejo problema, incluso de naturaleza emocional, aportando variedad de soluciones. Como soy alérgico al polen, acabo de preguntarle a mi ChatGPT dónde debo ir de vacaciones para no sufrir esa alergia y su respuesta no deja de ser acertada.

Pero, como suele ocurrir ante los avances importantes de la ciencia, la inteligencia artificial no está exenta de críticas. En el caso particular del ChatGPT, que ya acumula más de 100 millones de usuarios en todo el mundo, su creador, la empresa OpenAI, recibe críticas que van desde la copia de información en internet y su tratamiento estadístico más que cognitivo a la invención de datos o hechos y también a los usos maliciosos de la tecnología, lo que, a su vez, sumerge al ChatGPT en el conflicto moral que casi siempre suscitan los grandes avances científicos y tecnológicos.

Nuevas versiones más poderosas de los artilugios hasta ahora desarrollados (por ejemplo, un ChatGPT-turbo), están en ciernes, por lo que diríase que la inteligencia artificial está llamada a sustituir o incluso superar muchas de las actividades humanas, incluyendo, especialmente, las relacionadas con el ingenio y la creatividad. Sus posibilidades hoy son tan extraordinarias como impredecibles y no dejan de retar a las biológicas y propias de su creador, que no es otro que el cerebro humano.

Ese reto nos lleva a la pregunta del presente artículo y a considerar, asimismo, que todo lo que sea desarrollar simulaciones del funcionamiento del cerebro puede ser también un modo de conocerlo más y mejor. Pero, de entrada, nos encontramos con el obstáculo de que todavía no conocemos todos los secretos funcionales del cerebro humano, un órgano que contiene la impresionante cifra de 85.000 millones de neuronas interconectadas de manera muy compleja por unas 10¹⁴ sinapsis, por lo que la inteligencia artificial, sus algoritmos y programas de aprendizaje (machine-learning) siempre estarán tratando de reproducir o simular algo que solo conocemos limitadamente.

Es cierto que ahora estamos en posesión y podemos aprender mucho de la abundancia de datos anatómicos, fisiológicos y genéticos, así como del conectoma estructural del cerebro humano, es decir, del modo en que se conectan sus neuronas. Pero, incluso si fuéramos capaces de simular todos esos datos en un complejo programa de inteligencia artificial todavía podríamos estar lejos de garantizar una verdadera reproducción de lo que hace o puede hacer el cerebro humano.

Es por lo que Viren Jain, especialista californiano en computación y ciencia cognitiva, líder en el estudio de la conectividad cerebral, es decir, del conexionado entre las neuronas, se plantea en un reciente artículo en Nature si, verdaderamente, puede una máquina de aprendizaje usarse para construir modelos que simulen la actividad de los cerebros, o si podemos entrenar programas de inteligencia artificial en conectomas y otros datos para reproducir la misma actividad de las neuronas que esperaríamos encontrar en los sistemas biológicos, o también si puede comprenderse un sistema como el cerebro humano cuando las matemáticas o un ordenador reproduzcan, aparentemente, su comportamiento.

Viren Jain cree, asimismo, que, aunque el principal problema que afrontan estudios múltiples como el ya abandonado European Human Brain Project sea todavía el limitado conocimiento de detallados mapas anatómicos y funcionales del cerebro, sigue siendo muy difícil evaluar en qué medida los sistemas de simulación artificialmente desarrollados podrían capturar con precisión lo que ocurre en los sistemas biológicos. Un problema añadido sería el modo en que tendría que expresarse un artilugio inteligente artificial para que lo consideráramos certeramente comparable al cerebro humano.

Por otro lado, ni siquiera está claro que lleguemos a ser capaces de construir artificialmente algo tan complejo como el cerebro humano, un órgano dotado, además, de capacidades funcionales emergentes, como la consciencia fenomenológica, cuya naturaleza todavía no conocemos. La hipótesis de la integración funcional de científicos como Giulio Tononi o Christof Koch asume que la consciencia surge espontáneamente de los sistemas complejos como el cerebro humano, es decir, que nos viene, por así decirlo, de serie al nacer. Eso significa que, si la inteligencia artificial fuese capaz algún día de construir un sistema tan complejo como nuestro cerebro, sus capacidades emergentes superiores podrían surgir también espontáneamente de ese sistema, aunque siguiéramos sin comprender su verdadera naturaleza, es decir, el modo en que las hiciera posibles.

El tema, a buen seguro, no dejará de suscitar el apasionante y secular debate de si la inteligencia de un sistema artificial podría igualar, no digamos ya superar, a la de su propio creador. Hoy por hoy, no parece posible.

Materia gris es un espacio que trata de explicar, de forma accesible, cómo el cerebro crea la mente y controla el comportamiento. Los sentidos, las motivaciones y los sentimientos, el sueño, el aprendizaje y la memoria, el lenguaje y la consciencia, al igual que sus principales trastornos, serán analizados en la convicción de que saber cómo funcionan equivale a conocernos mejor e incrementar nuestro bienestar y las relaciones con las demás personas.

Puedes seguir a MATERIA en Facebook, X e Instagram, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

By Laura R Manahan

Relacionados