Miguel López (A Coruña, 47 años), profesor de educación infantil y primaria en A Coruña, y conocido en redes sociales y en el mundo editorial como El Hematocrítico, ha fallecido la tarde de este lunes tras sufrir un infarto de miocardio, según han anunciado diversos medios de comunicación y confirmado Ledicia Costas, su pareja y coescritora de algunas de sus obras.
Desde un dolor inmenso tengo que contaros que esta tarde se ha ido @hematocritico, mi compañero de vida y la persona más maravillosa que se ha cruzado en mi camino. Estés donde estés ahora mismo, GRACIAS ❤️
— Ledicia Costas (@LediciaCostas) November 27, 2023
El Hematocrítico, toda una estrella de Internet, fue el responsable de proyectos de humor tan populares como El Hematocrítico de Arte, Drama en el Portal o Los Hermanos Podcast. Colaboraba con numerosos medios de comunicación, como la revista GQ, donde tenía una columna sobre crianza, y en la red X, donde estuvo publicando hasta este mediodía, tenía casi 160.000 seguidores. Es autor de los libros infantiles Feliz Feroz, Agente Ricitos, Max Burbuja, Cuadernito de Escritura Divertida o Lobo con botas. Su último libro, Leo no sabe jugar (Editorial Planeta), tenía prevista su publicación para el miércoles y cuenta las desventuras de una pandilla de chavales que solo sabe jugar con gafas virtuales, artilugio que un gato les rompe. El accidente provoca que tengan que encarar cómo divertirse de otra manera.
Miguel López se encontraba este lunes en su domicilio con su pareja, la escritora y abogada Ledicia Costas, en Navia (Vigo) cuando sufrió un infarto de miocardio, según apunta El Faro de Vigo. Los intentos por reanimarlo no dieron resultado y falleció poco después. Sus miles de seguidores en Twitter recordarán que fue López el inventor de la palabra “tróspido”, que usaba como adjetivo en su seguimiento en esta red social de programas de televisión. El pseudónimo comenzó a utilizarlo a finales de la primera década de este siglo. Sus primeros lanzamientos literarios tuvieron que ver con la pintura: entre 2012 y 2014 publicó en la editorial ¡Caramba! dos libros titulados El Hematocrítico del Arte en los que con su humor repetía en papel lo que ya había hecho en su cuenta de Tumblr: retitular cuadros con toda la sorna posible.
El año pasado, en una entrevista en EL PAÍS, El Hematocrítico apuntaba: “Tenemos la idea de que no podemos desperdiciar ni un momento de la vida de nuestros increíbles hijos, porque si paramos podemos mermar un potencial increíble. En realidad, quizás ese niño o esa niña aprovecharía más su tiempo no haciendo nada, porque ya solo en el acto de aprender a gestionarlo, cuando se tiene tiempo para no hacer nada, está desarrollando su personalidad, sus aficiones, sus gustos…”. Y defendía ante la presión actual su postura con ¡Escúchalos! Por una crianza con empatía, un libro-llamada a escuchar, mirar y acompañar a los niños y niñas como las personas que ya son y no como las personas que serán: “El camino que propongo en el libro es el sentido común a través de la escucha a los niños, pero también a nosotros mismos, a los niños que éramos antes. Pensar cómo le sentaría todo esto a ese niño o niña que eras tú”.
Nos ha dejado Miguel @hematocritico, un tipo estupendo, un pionero con mil buenas intuiciones, un personaje del siglo XXI, mi socio en “Leyendas del Recreo” y el de muchos otros otros dibujantes en muchos otros libros. Estoy tristísimo y aturdido.
— Albert Monteys (@AlbertMonteys) November 27, 2023
Hace dos años, llevaba ya 26 libros publicados y más de 100.000 ejemplares vendidos, resultado de su hiperproducción, y tras el confinamiento, durante el cual decidió no escribir, volvió a su pasión, pidiendo una excedencia en su colegio. Sobre las diferencias en la percepción de la infancia en las distintas épocas, apuntaba: “Antes, los niños éramos poco más que el gato en casa. Ahora todo gira a su alrededor. Tampoco me parece natural este cambio de jerarquía: el sábado, concierto, taller, cumple y tirolina… No tienen un momento para perderlo. No les enseñamos a aburrirse. Antes te llevaban a casa de tu tía y cuando preguntabas ‘¿Qué hago?’, te decían: ‘No tocar los cojones’. Y te buscabas la vida”.
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