Los 322.075 nacimientos de 2023 confirman una tendencia que se aprecia ya desde hace años. Cada vez nacen menos niños en España. Los datos, publicados este miércoles por el Instituto Nacional de Estadística (INE), tienen un carácter “marcadamente provisional”, según destaca el propio organismo. Beben de las inscripciones en los Registros Civiles informatizados y aún falta incluir los nacidos de madres españolas en el extranjero, así que es posible que sufra alguna variación en los próximos meses. Pero de confirmarse el dato para 2023, supondría el número más bajo de nacimientos desde que comienza la serie histórica del INE, en 1941. Y ya sería el quinto año consecutivo en el que se registra un mínimo. Las cifras de 2023 se pueden comparar plenamente con datos de la última década. La caída es del 24,4% respecto a 2014, hace diez años. Los demógrafos apuntan a dos factores. El primero, pura inercia demográfica: hay generaciones menos numerosas en edad fértil. El segundo, la decisión de tener descendencia cada vez se retrasa más, y cada vez se tienen menos hijos.
Pero en 2023 no cayó solo el número de recién nacidos, también el de fallecimientos, hasta 435.331. Lo hizo en un 5,8% en comparación con 2022. El año pasado fue el séptimo consecutivo en el que en España se registraron más muertes que nacimientos. Lo que se conoce como saldo vegetativo fue negativo en 113.256 personas, según los datos provenientes de dos estadísticas, la Estimación Mensual de Nacimientos y la Estimación del Número de Defunciones Semanales. Ambas arrojan datos provisionales, pero permiten trazar la primera radiografía de nacimientos y defunciones de 2023. Es decir, que el crecimiento que registra España en los últimos años se debe a la inmigración: el año pasado, la población aumentó en más de medio millón de personas, hasta rozar el máximo de 48,6 millones de habitantes.
Los nacimientos bajaron en todas las comunidades autónomas respecto a 2022, a excepción de Madrid (con una subida del 2,7%) y Extremadura (un 0,6%), según los datos provisionales. Respecto a la caída en el conjunto del país, los expertos aluden a una cuestión numérica. “El hecho de tener una fecundidad muy bajita sostenida en el tiempo implica que las cohortes [de población] son cada vez más pequeñas, hay cada vez menos mujeres en edad reproductiva que puedan tener hijos”, explica Teresa Martín, investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “Además, tenemos una tasa de fecundidad [número de hijos por mujer] entre las más bajas y las más tardías del mundo. Somos de los países con menos número de hijos, y además donde los tenemos más tarde. No es algo coyuntural y seguramente no es algo transitorio”, apunta.
En España, en 1975 se tenían 2,77 hijos por mujer y, de media, el primer bebé llegaba a los 25,25 años. En 2022, último año para el que existen estos datos, se tuvieron 1,16 hijos por mujer y el primero, de media, llegó a los 31,6. Resulta muy esclarecedor atender específicamente a los datos de madres que ya han cumplido los 40. Según los datos del INE para 2023, publicados este miércoles, uno de cada diez recién nacidos el año pasado en España tenía una madre en esta franja de edad. Una cifra que ha crecido un 19,3% desde 2013. Y, si en 1994 los nacimientos de madres menores de 25 multiplicaban por más de nueve a los de mujeres que habían cumplido ya los 40, ahora las cifras se han invertido. Es más numeroso el grupo de madres añosas que el de menores de 25.
“Llevamos más de tres décadas con menos de 1,5 hijos por mujer”, expone Martín, que ve probable que, si se cumplen las expectativas, la cifra siga bajando. Pero ella, como todos los expertos consultados para este artículo, recalcan que la fecundidad no solo cae en España. “No somos una excepción. La mitad de los países del mundo están por debajo de lo que llamamos el nivel de reemplazo generacional, que serían 2,1 hijos por mujer, y en 2050 serán dos tercios”, sigue. “Lo que sí es anómalo en el caso español es que esa fecundidad sea especialmente baja, y esto lo diferencia de otros Estados del continente europeo, donde hay países en el centro, oeste o norte con una fecundidad moderadamente baja y otros, en el este o el sur, donde es muy baja”, prosigue.
Así que cabe preguntarse por qué el país está a la cola de la Unión, donde el promedio en 2021 fue de 1,53 hijos por mujer. Dado que el número de hijos deseados en Europa está en torno a dos, según Martín, “España es uno de los lugares en los que la brecha entre la fecundidad deseada y alcanzada es más grande” y “esto quiere decir que aquí existen mayores obstáculos que dificultan los proyectos familiares”.
Albert Esteve, director del Centro de Estudios Demográficos y profesor del departamento de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona, apunta al retraso en la edad a la que se tienen los hijos: “Viene por la necesidad que tienen las personas de formarse, de insertarse en el mercado laboral, de formar una pareja, de tener una vivienda estable. Las condiciones para ser madres y padres van variando en el tiempo, les ponemos nuestro nivel de exigencia. Muchas certezas para ser madres y padres se cosechan en edades más avanzadas”.
Así que, según detalla Esteve, “hay factores que juegan en varias direcciones”. “Uno, más cultural: el de cambio de expectativas, que hace que una persona a los 25 ya no se plantee ser padre ni madre. Pero a partir de una cierta edad los problemas suelen ser de otro orden: o no tienen pareja, o no se dan las condiciones económicas para llevar este proyecto a cabo, ni seguridad en el empleo, ni acceso a la vivienda. Y a partir de una cierta edad, sobre todo en las mujeres, ya es difícil concebir”. En 2022, los jóvenes europeos abandonaron el hogar familiar, de media, a los 26,4 años. En Finlandia fueron los más adelantados, con 21,3 años; España es uno de los países a la cola, aquí fue diez años más tarde, a los 30,3.
“Llevamos 30 años con una fecundidad muy baja, pero no se ha notado hasta ahora en el número de nacimientos porque antes había generaciones más numerosas teniendo hijos”, señala Esteve. Por ello, cree probable que en los próximos años sigan registrándose mínimos de nacimientos en la serie histórica del INE. El demógrafo indica, además, que a los factores ya citados se añade que se está alargando la juventud, la gente quiere realizarse de otras maneras antes de tener hijos. “Al final, las decisiones reproductivas cada vez se concentran en una ventana de edad mucho más breve”. Y el “gran obstáculo” es el primer hijo. Se va retrasando, a veces, hasta el punto en que biológicamente resulta imposible tenerlo. O, si se tiene, es muy difícil llegar al segundo.
Así que Esteve reclama que en cuanto se tome la decisión de buscar el embarazo, se den las condiciones para que sea posible. Pide que se “concentren políticas entre los 30 y los 40 años”, edades a las que “el Estado del bienestar” considera que “no hay que ayudar, pero que son mucho más precarias de lo que se piensa, sobre todo a efectos de poder desarrollar un plan reproductivo”. La clave es no desaprovechar “el potencial reproductivo”. El 45% de las mujeres de 50 y más años que no han tenido hijos habría deseado tenerlos, según la Encuesta de Fecundidad de 2018.
Diederik Boerdien, investigador del Centro de Estudios Demográficos, añade además otros factores que explican las cifras españolas. Él destaca la velocidad a la que ha cambiado España en las últimas décadas si se compara con otros países. “En los años ochenta la fecundidad era todavía más alta que el promedio de la UE”, señala. “Las mujeres han ido ganando derechos, incorporándose al mercado laboral, teniendo carreras”, afirma. Se han ido formando cada vez más y esta ha sido una gran revolución. Mientras, no ha habido suficientes avances en políticas de conciliación. A lo que se añade que los cuidados siguen siendo, sobre todo, responsabilidad de las mujeres. En España, la tasa de escolarización española de cero a dos años es del 45,6% (incluyendo la pública y la privada) y se sitúa en una zona intermedia de países de la UE. Lejos aún de Países Bajos (69,4%), aunque también de Italia (26,4%). “En otros países no hay listas de espera, hay ayudas”, prosigue Boerdien. Y menciona estudios cualitativos que apuntan a que ahora se decide de manera más consciente si tener hijos y cuándo tenerlos. “Se da en todos los países [europeos], pero en España los sacrificios son mayores porque hay menos ayudas a la conciliación, a la maternidad y a la paternidad y porque las condiciones económicas son peores”.