Eduardo (82 años) y Antonio (73) Miura, están plenamente convencidos de que nacieron para ser ganaderos desde la cuna. Ambos responden al unísono que ha sido lo que les han inculcado siempre. El campo, la finca sevillana de Zahariche, ha sido su casa y lugar de vacaciones escolares, y el toro y el caballo, sus juguetes.
Pregunta. Pero, quizá, tenían ustedes otra vocación…
Y vuelven a responder los dos al mismo tiempo.
“Nunca nos lo hemos planteado. Nunca se nos ha ocurrido pensar que el campo no era lo nuestro; nosotros, en el campo, con los caballos y los toros somos felices”.
Eduardo y Antonio estudiaron Peritaje Agrícola, aunque todos sus conocimientos los han empleado en la finca familiar. Por indicación de sus padres hicieron una breve y obligada incursión laboral fuera de la ganadería.
“Yo trabajé diez meses en una empresa de aguas”, cuenta Eduardo, “pero solo por cambiar de aires, porque antes del año ya estaba otra vez en Zahariche”.
“Y yo, porque mi madre se empeñó”, dice Antonio, “estuve seis meses en una firma de perforaciones, pero a nosotros lo que nos gustaba era el campo”.
Eduardo tiene un hijo de mismo nombre, de 35 años, que ha estudiado Administración y Dirección de Empresas, trabaja en la ganadería y nunca ha prestado sus servicios fuera de ella. Él es la garantía de futuro para la empresa familiar.
“Bueno, más o menos”, musita el padre. “En un principio, sí”, responde su hermano Antonio, “aunque yo espero que eso tarde en llegar”. “Yo digo lo que digo”, explica Eduardo, “porque con la edad ya lo veo todo en blanco y negro”.
“Dicen que saludé muy serio al ministro en la entrega de la Medalla de Bellas Artes; no le voy a sonreír si me quiere quitar la comida” (Eduardo Miura).
Los dos hermanos y Eduardo hijo son depositarios de una leyenda y gestionan una ganadería que hoy cuenta con unas 700 cabezas de ganado, entre las que hay 220 vacas de vientre. Además del toro, siembran cereales en una tierra de riego y crían una punta de vacas berrendas en colorao que utilizan para bueyes propios o la venta, pero el 80% del negocio es el toro.
Pregunta. ¿Pero es rentable la ganadería de Miura?
Respuesta. Nosotros nos defendemos. Nos da de comer, y con eso tenemos más que suficiente. No somos ricos ni disfrutaremos de un yate, pero hacemos lo que nos gusta.
Miura nació en el año 1842, y parece milagroso que permanezca en nuestros días habida cuenta de las numerosas ganaderías que han desaparecido en ese largo periodo de tiempo.
“Creo que habrá sido por la forma de actuar de toda la familia”, afirma Eduardo.
“Es un milagro, seguro”, añade Antonio, “con los acontecimiento que se han producido en este mundo desde la mitad del siglo XIX y los cambios políticos, económicos y sociales que ha vivido España, las dos Repúblicas, la gripe española, la Guerra Civil… es milagroso que sigamos aquí”.
P. ¿Y creen que hay futuro?
R. Mientras la gente acuda a las plazas, creo que sí, comenta Antonio, y yo veo muchos jóvenes en los toros, de modo que, aunque no quieran los políticos, no será fácil acabar con la fiesta.
“Yo pienso que sí hay futuro”, tercia Eduardo, “aunque el ministro de Cultura no esté de acuerdo”.
P. Pero ustedes ya son conocidos del ministro. El pasado 3 de abril se les vio saludándolo con motivo de la entrega de las medallas de Bellas Artes que les concedió el ministerio.
R. Sí —comenta Eduardo—, pero dejó claro públicamente que el premio lo había concedido el anterior ministro y no él.
P. Pero usted, Eduardo, saludó con gesto muy serio a Ernest Urtasun.
R. No le voy a sonreír después de que me quiere quitar la comida…
“Yo no le puse mala cara, la verdad”, comenta Antonio, “pero tú, sí; vamos que lo miraste como si fueras un miura, ja, ja…”
Y ambos, en tono de broma, comentan el orgullo que supone para la familia que la Real Academia Española recoja la palaba miura en el diccionario y, además de aludir al toro de famoso hierro, una segunda acepción se refiera a “persona aviesa, de malas intenciones”.
“Pero déjeme que diga una cosa”, interviene Antonio. “La noche anterior a la entrega de la medalla se celebró una cena, y acudimos los dos con la mosca detrás de la oreja, en el convencimiento de que todos los asistentes estarían en contra de los toros, y nos llevamos la sorpresa de que no fue así: ‘Esto no se tiene que acabar’, fue el comentario general que yo escuché”.
P. Lo cierto es que el toro de Miura es distinto. Hoy se busca el toro cómodo, y el de ustedes exige un lidiador y no un torero artista.
R. No lo tengo claro ―interviene Eduardo. Pepe Luis Vázquez padre lidiaba todos las Ferias de Abril la corrida de Miura en Sevilla, y el año que debutó mi padre en La Maestranza el cartel era Pepe Bienvenida, Manolete y Pepe Luis. Es verdad, sin embargo, que Pepe Luis era punto y aparte. Poseía la mejor cabeza para ver los toros. Conclusión: que el toro de Miura también lo puede lidiar un torero artista.
“Los que están en la cabeza del escalafón no quieren anunciarse con nuestros toros”, añade Antonio, “pero tampoco los de abajo; este toro es complicado y si el torero carece de oficio puede pasar un mal rato”.
“Para estar ante un miura”, continúa, “hay que tener, primero, colocación, echar la muleta por delante de verdad, templanza —no violencia— y no gustarse porque este toro no lo admite. Esto es como un avispero; si no molestas, no te pican, pero si les das un manotazo, tienes que salir corriendo.
“Nosotros nos defendemos; la ganadería nos da de comer y con eso tenemos suficiente” (Antonio Miura).
P. Quizá sea esa incomodidad la clave de la permanencia en el tiempo.
R. Es posible. El toro de Miura aprende y es consciente de lo que sucede a su alrededor. Y si te puede comer, te come. Tiene reacciones imprevisibles. ¿Por qué? Habría que preguntárselo a ellos. Va en sus genes.
P. A pesar de todo, Miura mantiene su prestigio…
“Así, es”, afirma Antonio, “y eso es una suerte; estamos muy agradecidos a la empresa de Sevilla y al público; lidiamos ininterrumpidamente desde 1941 y se nos repite año tras año al margen del triunfo o el fracaso. Pero hay que tener cuidado: la ganadería es un día a día, puedes tener una temporada mala, pero no dos o tres, porque se nota en las plazas en las que puedes lidiar.
Para este año, Miura tiene vendidas seis corridas de toros: Sevilla, ya lidiada; Madrid, Pamplona, Algeciras, Sanlúcar de Barrameda y Zaragoza. Los dos hermanos esperaban la cita de Las Ventas con la ilusión y la tensión propias del caso, pero la corrida no estuvo a la altura esperada. Los toros llamaron la atención por sus hechuras, pero decepcionaron por su comportamiento.
El hijo de Eduardo, el joven del mismo nombre, presente también en la conversación, confía en el futuro de la fiesta de los toros, pero llama la atención sobre las complicaciones burocráticas a las que están sometidas las ganaderías en el aspecto sanitario, las trabas políticas y el aumento de los precios de los productos necesarios para la crianza del toro que, en su opinión, no han repercutido en el de las corridas.
“Nosotros aguantamos”, termina su tío Antonio. “Hacemos números y aguantamos. Nos asustan los altibajos, pero así llevamos muchos años…”.
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