Dos equipos de astrónomos han descubierto un exoplaneta de un tamaño casi idéntico a la Tierra a apenas 40 años luz. Es uno de los mundos más parecidos a nuestro planeta hallados hasta el momento y se podrá estudiar en gran detalle con los telescopios actuales, dicen sus descubridores.
“Este planeta está a la vuelta de la esquina en escalas astronómicas y tiene una posición respecto a su estrella muy prometedora para poder albergar vida”, explica a este diario María Rosa Zapatero, investigadora del Centro de Astrobiología de Madrid (CAB) y coautora de uno de los dos estudios que describen el nuevo exoplaneta, llamado Gliese 12 b.
El pasado otoño, el telescopio espacial de la NASA TESS, que rastrea cambios de brillo en decenas de miles de estrellas, captó un eclipse en Gliese 12, un astro unas tres veces menor que el Sol en la constelación de Piscis.
La observación hizo saltar las alarmas. El descenso de luz captado podía deberse a que había un pequeño planeta pasando justo por delante de la estrella. Un día después de que la NASA hiciese públicos los datos, un equipo hispano japonés comenzó a analizar el astro con los instrumentos Muscat 2, en el Teide (Canarias), y el Muscat 3, en Hawái (Estados Unidos). También apuntaron hacia allá el Carmenes, en la sierra de Filabres, Almería, y el IRD de Hawái, dispositivos especializados en captar el movimiento gravitatorio que un planeta provoca en su estrella al orbitarla y calcular así su masa.
Los resultados desvelan la existencia de un mundo con un radio casi igual al de nuestro planeta, un 90%, y una masa similar. En Gliese 12 b un año dura algo menos de 13 días terrestres, lo que tarda el planeta en completar una órbita.
Gliese 12 b está a solo un 7% de la distancia entre el Sol y la Tierra, pero dado que su astro es más tenue, le sitúa en la llamada zona habitable, donde puede existir agua líquida en superficie, una condición esencial para la existencia de vida. Los astrónomos calculan que la temperatura en la superficie del planeta puede estar entre los 10 y los 41 grados centígrados.
“Lo único que sabemos sobre su composición es que probablemente sea rocoso”, explica el astrofísico del CAB José Caballero, coautor del estudio. “Podría ser un mundo oceánico, pero creemos que se parecerá más a la Tierra o a Venus. Lo más plausible es que sea casi completamente rocoso, con una fina atmósfera de nitrógeno y vapor de agua y con poca agua líquida en superficie. Un mundo habitable, pero cálido y árido”, resalta.
Los resultados completos, firmados por más de un centenar de científicos de España, Japón, Estados Unidos y otros países, se han publicado este jueves en la revista especializada Astrophysical Journal Letters. Un segundo equipo de astrónomos británicos y australianos publica también un segundo estudio sobre el mismo planeta en la revista de la Real Sociedad Astronómica Británica.
Desde 1995 se han descubierto 5.630 exoplanetas, pero entre todos ellos, Gliese 12 b estaría entre los cuatro más parecidos a la Tierra, según el estudio. Los otros tres están en torno a Trappist 1, otra enana roja que alberga un sistema solar con siete planetas y que está también a unos 40 años luz. Gliese 12 b parece estar solo en torno a su astro, posiblemente porque el resto de planetas fueron expulsados del sistema o se fundieron entre sí.
La relativa cercanía de estos mundos los convierte en objetivos prioritarios para el Telescopio Espacial James Webb de la NASA, el más preciso en su clase, que en los próximos meses podrá confirmar si Gliese 12 b tiene atmósfera. Si es así, en uno o dos años podría observar la luz que se filtra a través de ella y determinar si contiene oxígeno, vapor de agua, o dióxido de carbono, indicios de que puede haber vida.
Las estrellas enanas rojas son los astros más abundantes en nuestra galaxia —el 73% del total— mucho más abundantes que las enanas amarillas como el Sol. Los astros de la clase de Gliese 12 tienen un tamaño y masa ideales para encontrar planetas del tamaño de la Tierra en su entorno. Una estrella más pequeña significa que los eclipses son más rotundos en cada tránsito, y una masa más baja significa que un planeta en órbita produce un mayor bamboleo gravitacional en su estrella.
Las enanas rojas son menos cálidas que el Sol, lo que hace que sus zonas habitables estén más cerca, o lo que es lo mismo, que completen sus años en apenas días terrestres, lo que hace mucho más viable el hallazgo de planetas en escalas de tiempo razonables. Para encontrar un gemelo de la Tierra en una estrella como el Sol habría que esperar al menos 365 días para captar un solo eclipse.
Las enanas rojas tienden a ser magnéticamente activas y expulsan emanaciones de rayos X que serían bastante letales para cualquier cosa que esté viva en la superficie de un planeta. Es uno de los problemas que pueden tener los tres planetas habitables de Trappist-1. Sin embargo, los análisis de ambos equipos concluyen que Gliese 12 no muestra signos de un comportamiento tan violento.
El hallazgo de este nuevo planeta vuelve a poner a la humanidad en un lugar incómodo, como explica la astrofísica María Rosa Zapatero. “No tengo ninguna duda de que hay vida en el universo más allá del sistema solar. Es posible que en Gliese 12 b la vida esté bullendo. El problema es que no se puede determinar sin ambigüedad que existe, porque esta estrella está a una distancia inalcanzable para cualquier nave humana. Lo máximo que podemos hacer desde la Tierra es estudiar su atmósfera. Y por ahora necesitamos más datos”, advierte.
Francisco J. Pozuelos, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), ofrece una opinión independiente sobre este hallazgo: “Es un nuevo candidato entre los planetas pequeños y templados y además parece óptimo para estudiar bien su atmósfera”, reconoce. El científico añade de que la masa del nuevo planeta “no está bien acotada” y que serán necesarias más observaciones para afinarla. “Sin duda este nuevo planeta se va a observar con el James Webb, aunque por estar solo tal vez no aporte tanto conocimiento. Una de las cosas buenas de conocer un sistema solar con siete planetas como Trappist-1 es que podemos hacer planetología comparada y entender cómo se formaron”, añade.
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