Caminaba de noche y dormía de día, para hacerse ver lo menos posible. Se alimentaba de lo que encontraba por campos y jardines. Llevaba unos 100 euros encima. No tenía teléfono. Por carreteras y caminos de los Pirineos franceses, intentaba llegar a la ciudad de Toulouse. Desde ahí imaginaba que podría volver a su país, después de tantos años.
Alex Batty, adolescente británico de 17 años, quería escapar de la vida que había llevado desde que tenía 11. Una vida nómada que lo llevó, junto a su madre y su abuelo, de España a Marruecos y de ahí al sur de Francia por comunidades espirituales generalmente instaladas en zonas rurales. Cuando su madre le anunció que quería mudarse a Finlandia, el chico dijo basta. Y se marchó.
Había vivido todo este tiempo con su madre y su abuelo, hasta que este murió hace seis meses. El problema era que ni su madre ni su abuelo eran sus tutores legales. La custodia correspondía a su abuela, Susan Caruana, residente Oldham, cerca de Manchester, en Inglaterra.
En 2017, Caruana aceptó que su nieto pasase 15 días de vacaciones junto a su exmarido y su hija en Málaga. El niño no volvió a aparecer. Hasta el miércoles.
En la madrugada del 13 de octubre de 2023, un estudiante llamado Fabien Accidini, que se ganaba un dinero distribuyendo en una furgoneta medicamentos en las farmacias por los pueblos de la vertiente norte de los Pirineos, vio a un chico solo en la carretera. Tejanos negros, jersey blanco, una mochila. Llovía a cántaros. Lo vio una primera vez, hacia las dos. Pasó de largo. La segunda, a las tres de la madrugada, pensó que algo iba mal y le ofreció subirse al vehículo.
Era Alex Batty. El desaparecido de Málaga hacía seis años. El chico que las autoridades británicas llevaban años buscando sin ningún éxito.
Accidini le prestó a Batty el teléfono para que pudiera escribirle un mensaje a la abuela. Le dio agua. “¡Hacía más de cuatro días que caminaba por la montaña!”, explicó Accidini al diario La Dépêche du Midi.
El relato de Accidini al diario regional y la rueda de prensa, este viernes, de la fiscalía francesa, permiten reconstruir la escapada, y parcialmente los años en los que Batty estuvo desaparecido. Ambos se basan en las declaraciones del adolescente, que el sábado, o el domingo a más tardar, tiene previsto regresar a Manchester y reencontrarse con su abuela y tutora legal. Esta declaró: “Estoy tan feliz…”.
El fiscal adjunto de la República francesa en Toulouse, Antoine Leroy, explicó a los periodistas que Alex Batty nació en 2006 en Oldham. Sus padres eran abogados. El padre abandonó el hogar familiar cuando el niño tenía dos años. Lo criaron la abuela y la madre.
No era una familia bien avenida. La madre ya se había llevado una vez al hijo a Marruecos, en 2014. La abuela, más tarde, consiguió su custodia, pues consideraba que su hija era inestable.
Todo se truncó durante las vacaciones de 2017. La abuela autorizó al niño a irse unos días de vacaciones a España. Pero este no volvió. La madre, el abuelo y él le enviaron un mensaje. “Alex decía que le gustaba un millón de veces más estar con su mamá y su abuelo”, lamentaría más tarde la abuela. “Obviamente, me dolió, pero enseguida tuve otras preocupaciones”. Las autoridades británicas lanzaron un aviso de búsqueda.
Lo que sucedió en ese momento no está claro, pero la declaración de Alex Batty a la gendarmería y su conversación con el estudiante que lo recogió en su camioneta, permiten hacerse una idea. Vivió, junto a su madre y su abuelo, dos años en Marruecos. No estaban siempre en el mismo sitio, sino que iban cambiando.
En 2020 o 2021, se marcharon de Marruecos y, tras unos días en España, se trasladaron a los Pirineos. Pasaron por los departamentos o provincias de Pirineos Orientales, Aude y Arriège: el área que va de Perpiñán al sur de Toulouse, una zona pintoresca y con algunos rincones aislados, donde es habitual desde hace décadas que se instalen urbanitas y neorrurales. El niño, ya adolescente, es incapaz de precisar el lugar exacto. En estos años no aprendió francés.
En todo caso, se movían sin cesar. Contó el fiscal Leroy que cargaban con paneles solares y así iban de casa en casa, donde convivían con grupos de una decena de personas de varias nacionalidades. Entre ellos españoles, canadienses e indios. No siempre eran los mismos.
Alex Batty contó en su declaración que la madre y el abuelo tenían “una obsesión con la energía y los paneles solares”, dijo el fiscal. Y explicó que en las comunidades donde se instalaban “hacían un trabajo sobre el ego, la meditación, la inexistencia del mundo real y la reencarnación”. Nunca se sintió “encerrado o secuestrado” ni sufrió violencia física. Sí dijo haber sido víctima de agresiones sexuales, en su familia, pero antes de marcharse de Inglaterra, cuando tenía cinco o seis años.
El fiscal dijo que “va a haber investigaciones sobre los lugares donde pudo residir en este contexto, que se parece mucho a un contexto sectario”. Pero añadió: “No hay una secta identificada como tal.” El adolescente habla de “comunidad espiritual”.
Hay aún muchos interrogantes abiertos y zonas de sombra sobre estos años. Uno es si la madre pertenecía a una secta. El otro, su paradero. Y si, efectivamente, ahora se encuentra en Finlandia.
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