En una profesión tan subjetiva como el fotoperiodismo (ríos de tinta se han escrito sobre lo que es una buena foto informativa), es difícil que los premios World Press Photo, el principal galardón de la profesión, sea ajeno a críticas. Pero estas críticas arreciaron en los últimos años, porque, a juicio de muchos profesionales, estos galardones se habían alejado del fotoperiodismo y se habían entregado al mundo del arte.
Los World Press Photo han evolucionado como ha evolucionado el fotoperiodismo. Si el fotoperiodismo ha entrado cada vez en más en las galerías de arte es porque el profesional tiene que recurrir también al circuito del arte para completar lo que ya no puede obtener solo de los medios de comunicación. Solo hay que fijarse en la composición de los últimos jurados, donde comisarios de arte (‘curadores’), académicos, teóricos de la Fotografía y otros ajenos al fotoperiodismo, habían ganado presencia en detrimento de reporteros bregados en el terreno y de editores gráficos con basta experiencia en qué es una fotografía informativa.
No habría ningún problema si las reglas del fotoperiodismo, la realidad y la honestidad de lo que se documenta, no estuvieran en riesgo. Pero cuando el fotoperiodista pinta, dibuja y colorea, su objetivo no es periodístico. Es artístico.
Con estos jurados más artísticos, los World Press Photo han premiado en las últimas ediciones a algunos trabajos, que se saltaban principios del fotoperiodismo, con trazos, dibujos y escritura sobre las fotos, incluso para llegar a crear personas digitalmente e introducirlas en una realidad generada. Para sortear y prevenir estas críticas, la fundación encargada de los premios, creó la sección Open Format (formato abierto), contenedor donde cabe casi todo en pro de la creatividad y no tanto de la realidad (en esta edición llegaron a permitir el uso de la inteligencia artificial en esta categoría, pero tuvieron que retractarse ante revuelo creado).
La fotografía ganadora en esta edición, la Piedad contemporánea (¡qué denominación tan artística!) que firma el fotógrafo palestino Mohammed Salem, de la agencia Reuters, es una reconciliación con el fotoperiodismo. Premia el tesón de un gran profesional, con una larga trayectoria, que se cristaliza en estar documentando la aniquilación de su propia gente, presente ante el horror, sin añadir ni quitar nada, con la cámara y el objetivo 50 mm, como únicas herramientas. Una fotografía que lo enseña todo sin mostrar más que unos centímetros de la mano de la Piedad que representa a todas las piedades palestinas que vemos a diario.
Del fotoperiodismo al arte, todo; del arte al fotoperiodismo, mejor poco.
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