En lo que parece ser un órdago difícil de alcanzar en medio de una guerra con decenas de miles de muertos y unas negociaciones de alto el fuego estancadas, Hamás, que nació con la premisa de destruir Israel, ha propuesto un alto el fuego de cinco años a cambio de aceptar la solución de los dos Estados, el israelí y el palestino. Lo ha hecho Jalil al Hayya, alto dirigente político del grupo islamista palestino, durante una entrevista con la agencia Associated Press que, de momento, no cuenta con respuesta oficial israelí.
Ese reconocimiento de Israel y de Palestina como Estados se produciría sobre la base de las fronteras previas a 1967, lo que implicaría recuperar territorio hoy en manos israelíes. Ese año se disputó la Guerra de los Seis Días e Israel extendió su dominio más allá de lo aprobado por la ONU tras la guerra de independencia de 1948-49. Hamás, según Al Hayya, aceptaría “un Estado palestino plenamente soberano en Cisjordania y la franja de Gaza y el regreso de los refugiados palestinos de acuerdo con las resoluciones internacionales” y las mencionadas fronteras.
El Movimiento de Resistencia Islámica, eso sí, estaría dispuesto a deponer las armas, convertirse en partido político y aceptar un alto el fuego de cinco años o más, dijo el miércoles en Estambul (Turquía) Al Hayya en una propuesta muy alejada de la beligerancia mostrada durante la actual contienda. Pese a todo, sigue defendiendo el ataque que el grupo lanzó el pasado 7 de octubre sobre territorio israelí, cuando Hamás asesinó a unas 1.200 personas y secuestró a cerca de 250. Ese día comenzó la actual guerra, en la que la represalia israelí a ese ataque ha causado ya más de 34.000 muertes en Gaza, según las autoridades del enclave, que controla el movimiento islamista.
Allí, la vista está puesta en la invasión terrestre que Israel planea sobre Rafah. En esa localidad meridional y fronteriza con Egipto, donde se han refugiado en torno a millón y medio de habitantes, se han sucedido los bombardeos aéreos en las últimas horas. El ejército ha retirado de la zona norte de Gaza a la conocida brigada Nahal para que se prepare para futuras operaciones, “incluida la inminente ofensiva israelí en Rafah”, informa el diario Times of Israel.
El primer ministro, Benjamín Netanyahu, aborda este jueves esa decisión con el Gobierno y el gabinete de guerra. Fuentes militares aseguran que esa operación está lista a falta del visto bueno político después de haber movilizado refuerzos y haber comenzado a levantar extensas zonas de acampada para acoger a cientos de miles de civiles.
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Mientras, responsables de los equipos de emergencia de Gaza han solicitado a Naciones Unidas que investigue como “crímenes de guerra” las fosas en las que se han desenterrado en los últimos días cerca de 400 cuerpos en un lugar que ha estado ocupado durante semanas por tropas israelíes, el hospital Al Nasser de Jan Yunis, informa la agencia Reuters. El ejército israelí afirmó el miércoles a través de un portavoz que esas fosas se cavaron hace meses y cree que se trata de un caso “categóricamente falso” que forma parte de una “campaña de desinformación destinada a deslegitimar a Israel”.
Gobierno de unidad palestino
Entre los planes de Hamás, frente a la oposición israelí y del grueso de la comunidad internacional, figura poder participar tras la contienda en Cisjordania y Gaza en gobiernos de unidad junto a su rival político, Fatah, añadió en la entrevista Al Hayya, uno de los negociadores para un alto el fuego que incluya liberar rehenes que permanecen en la Franja, donde la guerra sigue su curso.
Ante el objetivo marcado por Israel en la contienda de destruir a Hamás militar y políticamente, el líder del grupo fundamentalista asegura que en los más de seis meses de guerra sus tropas “no han destruido más del 20% de las capacidades (del grupo)”. “Si no pueden acabar (con Hamás), ¿cuál es la solución? La solución es encaminarse al consenso”, añade.
¿Puede llevar esta propuesta de Hamás a algún cambio en el conflicto? “Probablemente no, pero significa un paso en la dirección correcta”, defiende Gershon Baskin en respuestas escritas a EL PAÍS. Baskin ha participado en el pasado en conversaciones secretas directas con altos mandos del grupo islamista para tratar de alcanzar la paz y liberar rehenes. Nacido en Nueva York y en Israel desde hace casi medio siglo, critica de manera recurrente y ácida la manera en que Netanyahu lleva las riendas de una guerra que, según afirma, no quiere acabar porque ese será el día de su fin en el poder. El activista cree que el Gobierno carece de un plan para hacer posible la transferencia del Gobierno de Gaza a entidades palestinas que no sean Hamás.
“Hamás exige el fin de la guerra y la retirada de Israel de Gaza. ¿Qué hay de delirante en eso?”, se pregunta Baskin este jueves en su cuenta de la red social X (antes Twitter). “Lo que es delirante es que Israel no quiere poner fin a la guerra porque luego habrá una comisión estatal independiente de investigación” que llevará a “un proceso acelerado de destitución de Netanyahu del cargo de primer ministro”, considera. “La alianza entre Netanyahu y [Yahia] Sinwar [líder de Hamás en el enclave] es más fuerte que nunca”, asegura refiriéndose al hombre más buscado por Israel al considerarlo cerebro del ataque del 7 de octubre.
Al Hayya reconoce que no sabe cuántos de los 133 rehenes que quedan en Gaza siguen con vida, pero insiste en que su liberación pasa por seguir exigiendo el final de la guerra y la salida definitiva de las tropas de ocupación de la Franja. Israel defiende retomar los ataques tras la liberación de todos ellos. “Si no estamos seguros de que la guerra terminará, ¿por qué íbamos a entregar a los prisioneros?”, se pregunta.
El Movimiento de Resistencia Islámica o Hamás nació en 1988, coincidiendo con la Primera Intifada (levantamiento popular palestino), con el objetivo de destruir al Estado de Israel y reivindicar Palestina sobre su territorio histórico, desde el río Jordán al mar Mediterráneo, zona ocupada hoy en gran parte por Israel, que desde 1967 controla y ocupa también Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este. En 2017, Hamás aprobó unas reformas en sus estatutos fundacionales que implicaron aceptar la creación del Estado Palestino sobre las fronteras anteriores a 1967, aunque eso no implicaba reconocer la existencia de Israel, que consideró aquel paso como una “cortina de humo”.
En contra de la mayoría de la comunidad internacional, los actuales mandatarios israelíes, con Netanyahu a la cabeza, nunca han defendido la existencia de Palestina como Estado y mucho menos desde el pasado 7 de octubre. La solución de los dos Estados no parece cercana, pese a esfuerzos en la esfera internacional como los que realiza bajo la actual coyuntura bélica el presidente español Pedro Sánchez. Palestina no es miembro de pleno derecho de la ONU, solo Estado observador. El 18 de abril, Estados Unidos, principal aliado de Israel, vetó en el Consejo de Seguridad el cambio de estatus.
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