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El heredero del cante rebelde | Talento a bordo

En un pasillo del teatro Albéniz de Madrid hay un cuadro enorme de Enrique Morente con los ojos cerrados y la boca en expresión de cante. En este lugar mostró las primeras pinceladas del disco Omega en 1996, que supuso una revolución en el flamenco porque dinamitó las barreras con el rock. El artista musicó al poeta Federico García Lorca y llevó al quejío la melodía de Leonard Cohen. A pesar de su tendencia a salirse de la ortodoxia, el concierto se mantuvo en armonía ante un patio de butacas lleno de amantes del flamenco. Pero todo se revolucionó cuando, en los bises, llegó la parte que ellos bautizaron como “el monstruo”, la energía y la distorsión del grupo de rock-punk Lagartija Nick. “Nos iban a matar; tardamos varias horas en poder salir de los camerinos”, recordó en una ocasión Antonio Arias, líder de la banda, de aquel encuentro. Algunos les gritaban: “¡Fuera, sinvergüenza, te estás riendo de nosotros!”; otros le aplaudían con un “¡bravo!”. Morente lo tenía claro, había que molestar “un poquillo”, como sostuvo en una entrevista: “O jugamos todos, o rompemos la baraja”.

Han pasado 27 años y su hijo pequeño, José Enrique Morente Carbonell, Kiki Morente, también va a presentar en el Albéniz su tercer disco, Azabache, que saldrá en octubre de 2024. El artista se verá con el exigente público el próximo 18 de junio, pero esta tarde de primavera se coloca junto a la instantánea de su padre ―fallecido en 2010― y mueve las manos para imitar su gesto. Mira desafiante al fotógrafo, pero le interrumpen grupos de turistas (tras años sin uso y tapiado, el teatro reabrió en 2022, también convertido en un hotel). Se rompe la atmósfera artística por el ajetreo de personas ajenas que no se paran a curiosear quién es ese granadino de 34 años ni a saber que el hombre de la foto fue retratado justo cuando se convertía en un mito.

La primera vez que Kiki Morente tuvo una guitarra contaba apenas con cinco años. Se la regaló su mentor, su padre, el cantaor Enrique Morente (con él en la imagen). Foto: CEDIDA POR KIKI MORENTE

La familia Morente se ha dedicado al completo al arte. De izquierda a derecha: Enrique, Kiki, Soleá y Estrella Morente y Aurora Carbonell, en 1995. Foto: JOSÉ LUIS ÁLVAREZ

El cantaor Kiki Morente posa junto a un cuadro de su padre en el teatro Albéniz de Madrid, donde en junio presentará su nuevo disco, Azabache (2024). Foto: JUAN BARBOSA

Pregunta. Cuando ve una imagen de su padre, ¿le cuesta distinguir entre su memoria como hijo y la idea de la leyenda?

Respuesta. Muchas veces no sé si pensar en mi padre o pensar en mi compañero, en el artista, en mi referente; intento unificarlo todo. Cuando estaba en vida lo diferenciaba mucho de manera natural. Recuerdo que iba a trabajar con él y en el escenario a veces le escuchaba, le miraba y para mí era alguien al que admiraba. Mi padre desaparecía en ese momento. Luego llegábamos a la casa y era mi padre otra vez.

P. ¿Cómo era el ambiente de su casa en la infancia? ¿Qué sonaba?

R. Mi hermana Estrella escuchaba todo el día en su habitación a la Niña de los Peines y a Alejandro Sanz. ¡Mira qué mezcla! Mi Soleá escuchaba a Laura Pasini y a Ketama; mi padre, a todo quisque; mi madre, cantando en la cocina… También nos juntábamos. Me acuerdo de todo el aprendizaje que le dieron mi madre y mi padre a Estrella, verlos cantar juntos…

P. Alguna vez ha dicho que si no fuera cantaor no le importaría ser zapatero…

R. Es un poco de cachondeo, pero la verdad es que me llama la atención, por ejemplo, lo que es una panadería, un trabajo que huele a temprano, a barrio, de currele, de una cierta estabilidad. Luego echaría de menos esto.


P. Su padre se apuntó con usted al conservatorio para que no faltara. ¿Se puede ser un gamberro flamenco o hay que aplicarse?

R. Tenía que ir al conservatorio todos los días después de clase durante cuatro horas. Y, la verdad, llegó un momento en el que me iban las patas demasiado rápido y me iba con mis amigos por ahí. Una vez me pilló mi padre y me dijo que había dejado al profesor esperando; entonces fue cuando se apuntó conmigo. ¡Me dio una rabia, una vergüenza típica de niño de 12 años!… Yo decía: “Papa, que te vayas para casa. ¡Que no hay niños de tu edad en la clase!”. Quieres estar con tus colegas y tu padre, ahí, en medio. Era una situación rara que no dejo de recordar, sobre todo por lo que me hizo aprender. Llegaba a casa y él me enseñaba la lección que me había puesto el profesor. Después de tanto esfuerzo y lo que consiguió, seguía aprendiendo. Cuando ves a gente de esa escala dándolo todo por aprender, te dan ganas de aprender también.

P. Su primer trabajo, ‘Albaycín’ (2017), lo dedicó a su barrio. ¿Cómo explica Granada a los que no son de allí?

R. La verdad es que estoy enamorado de mi tierra más que nunca. Granada es mi aire, mi oxígeno, mi cuartel y mi gente. Tengo allí toda mi vida, toda mi sangre, toda mi infancia… Le debo mucho a Granada, me ha hecho muy feliz. El concierto del otro día en el Manuel de Falla fue brutal [presentó Azabache el 13 de abril en este auditorio granadino con un lleno absoluto, pero solo ha publicado su primer single, Alegrías de Cádiz]. Ha sido un paso más en mi carrera. Estuve rodeado de mi familia y haciendo la música que más me gusta. Estrenamos un trabajo muy currado con mucha gente implicada detrás. Estaba mucho más nervioso que habitualmente, y eso me encantó. Bueno, y luego nos fuimos de borrachera, claro.

MI DEFINICIÓN DE TALENTO

“El talento es la facilidad de hacer lo que a uno le gusta y desarrollarlo porque, si no, se empaña. El talento sin desarrollar no vale un duro”

P. ¿Y la vergüenza? ¿Es vergonzoso en el escenario?

R. Yo creo que sí; en el arte, nada más. En lo demás soy un sinvergüenza. [Se ríe] Mi padre venía a verme cantar a escondidas. Yo le decía: “No se te ocurra”, y él me respondía: “Enrique, ¿eres tonto? ¿Qué te pasa?”. Luego, mientras cantaba, lo veía ahí y, la verdad, me daba mucha vergüenza. Tengo mucho respeto al cante, a la música en general. Al fin y al cabo, depende mucho del estado en el que te encuentres, es muy vital. Muchas veces me piden que cante y respondo que no. Soy muy delicado para eso.

P. Ha adelantado que su disco ‘Azabache’ será “divertido”. ¿Lo es el flamenco?

R. El flamenco es una paleta de colores. Tiene humor, tiene alegría, tiene tristeza, tiene rabia, tiene dolor, tiene felicidad… Pasa de todo. Lo que ocurre es que el cante ortodoxo, el cante antiguo, el cante por seguiriyas, es un cante de dolor. Es un momento en el que la música se te mete para dentro. Yo quiero que la gente joven se acerque a escuchar el flamenco, y no puedes sentar a quinceañero al que nunca le ha interesado y soltarle ocho cantes solo con guitarra porque se duerme y lo matas. Tienen que pasar cosas, ¿no?

P. ¿Qué tiene de especial presentar su disco en el teatro Albéniz de Madrid?

R. Aparte de ser de los teatros más bonitos, es lo que significa y quién ha pasado por aquí. Mi padre tenía un especial cariño a este teatro y yo tengo recuerdos desde muy pequeñito, entre bastidores, de estar correteando por aquí y escuchar conciertos. Mi padre debutó en él con Omega, y recuerdo después ir al bar de enfrente con toda la familia a cenar. El ambiente te cuaja y aprendes muchas otras cosas, no solamente delante del micro. Eso lo he vivido aquí, en la puerta del teatro Albéniz.

P. Dice que “el cante es delicado, tiene que estar fresco, como las gambas”. ¿Cómo se consigue?

R. Escuchando mucho, tanto a los antiguos como a los jóvenes; intentando aportar mi estilo a cada uno, no solamente hacer lo aprendido. Tiene que estar fresco, como el pescado, el cante congelado no vale. Hay que darle un poco de valentía, no tenemos que estar acobardados. Yo no quiero etiquetas, ni quiero los juicios de la gente. Me gusta el público y los aficionados cuando te aportan y te dan un olé.

“La presentación de mi disco ‘Azabache’ en el auditorio Manuel de Falla fue el concierto más emocionante de mi carrera hasta el día de hoy”

Kiki Morente, en el auditorio Manuel de Falla de Granada el 13 de abril de 2024. Foto: MIGUEL MOLINA

“Azabache’ es mi tercer trabajo, que voy a sacar harto ya de hostias, después de aprender, en un momento en el que tengo ganas”

En la presentación también actuaron sus hermanas, Estrella y Soleá (en la foto), y su madre, la bailaora Aurora Carbonell. Foto: MIGUEL MOLINA

“Antes me ponía nervioso que me viera mi madre, porque me decía tanto las cosas buenas como las malas. A ella le encanta que también baile”

Kiki Morente, con su madre, Aurora Carbonell, antes del concierto. Foto: MIGUEL MOLINA

P. ¿Le gustaría colaborar con artistas de otros estilos?

R. Sí, hay unas cuantas sorpresas por ahí. Después de este disco tiraré la casa por la ventana. Nos atreveremos a pasarlo bien y haremos de todo.

P. ¿Me da algunos nombres?

R. Con Ayax y Prok, que son mis amigos, mis hermanos; con La Plazuela y con Leo Rizzi, gente que me gusta mucho.

P. ¿Sus padres le habrían dejado, por ejemplo, ser cantante de ‘trap’?

R. Por supuesto. A mi padre, donde esté, le hubiese encantado que me dedicase a cualquier música. Decía que no hay ninguna mala, y yo como artista también lo pienso. Otra cosa es que esté bien hecha. Y todos los géneros me gustan. En la casa siempre hemos tenido la libertad de poder hacer lo que a cada uno le apetecía, tanto con la música como fuera de ella… Cada una de mis hermanas [Estrella y Soleá Morente, las dos cantantes] tiene su estilo, y yo algún día haré reguetón.

P. Su madre, la bailaora Aurora Carbonell, dijo: “En Granada vi el amanecer más bonito de mi vida, cuando descubrí esa Alhambra rojiza con mi amor en el regazo [Enrique Morente]. Nunca más he podido moverme de ahí, llevo 35 años en Granada y ya no me mueve nadie”. ¿De dónde no le mueven a usted?

R. Esa historia tan bonita me la cuenta mi madre y a veces pienso que me está tomando el pelo. ¡Qué difícil es conseguir un amor así! Aparte de ser granadino, yo tengo ese cuento, esa lupa a la hora de ver mi ciudad, siempre la miro de esa manera. Yo quiero morir en Granada y, si no, de Madrid al cielo.

El talento del flamenco ortodoxo…

Azabache, mi nuevo disco, será cien por cien flamenco”, afirma Kiki Morente de su trabajo. También lo fue el primero, Albayzín (2017), donde colaboró con reconocidos artistas como los hermanos guitarristas Pepe y Juan Habichuela.

…y el talento del artista vanguardista

A Morente le gusta jugar con la modernidad, y eso fue lo que probó en su anterior disco, El cante, de 2021: “Quería indagar en los sonidos que se llevan ahora, con reflejos de los traperos, psicodélicos…”.

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